Día 1

domingo, 15 de marzo de 2020

Through the window pane

El presidente del Gobierno declaró el estado de Alarma ayer por la tarde. No sé exactamente qué significa eso, ni qué consecuencias tiene y seguramente nadie lo sepa, pero no suena bien. La idea es que todo el mundo se quede en su casa, que es lo que llevo haciendo desde que el miércoles dijeron que era eso lo que había que hacer. Independientemente de lo que pensase, de mis ideas sobre el capitalismo, la libertad individual o los goles de Llorente en Anfield, parecía lo más sensato ya en ese momento.

¿Hacía falta quedarse en casa? Hacía falta. Ayer por la mañana, horas antes de que el Presidente saliese con aspecto de Independence Day para ordenarnos hacer lo que antes sólo se recomendaba, el aparcamiento de La Pedriza, precioso paraje madrileño, como si fuese un magnífico día de primavera temprana, estaba a rebosar. ¿Por qué? No lo sé. Es difícil interpretar lo que pasa por el imaginario colectivo de tanto iluminado. Imagino que la casuística será tan variada como aristas tiene ese nuevo egoísmo contemporáneo que ha traído el bienestar.

El caso es que conozco (de lejos) a alguien que ayer subió a la Pedriza y no me sorprendió saber que lo había hecho. Digamos que daba el perfil. Su justificación tampoco es especialmente original. Al parecer, estaba convencido de que estaría solamente él en la sierra. Es decir, pensó que todo el mundo haría lo correcto para que él, gracias a su extrema inteligencia, pudiera disfrutar de tanto talento. Es un soldado aventajado en esa lucha diaria, tan autóctona, por ser el más listo. Es el mismo fenómeno que ocurre cuando alguien ve una larga fila en una salida de la M-30 y decide avanzar hasta el final de ella para meter el morro de su coche recién lavado evitando así, con otro golpe de ingenio, hacer lo que hace el resto de idiotas. 

Pero pocos minutos después de que el Presidente anunciase la nueva situación, las ventanas de mi urbanización se llenaron de gente aplaudiendo. Alguien había tenido la idea de hacer algo así, como agradecimiento al personal sanitario que está luchando en condiciones límite contra el COVID-19, y las redes sociales se encargaron de propagarlo. No apostaba un euro por el éxito de la operación, pero demostrando una vez más lo malo que soy apostando hubiese perdido. Me emocionó casi tanto como me sorprendió, porque cuarenta y ocho horas antes de aquella oda a la solidaridad, lo que yo veía desde la ventana era cómo parte de esa misma gente aprovechaba las zonas comunes para hacer picnics improvisados, hablar acaloradamente intercambiando risas y saliva, mientras sus hijos, sudorosos ellos, se abrazaban con ardor después del último un gol de un partido improvisado. 

Imagino que somos así. Para lo bueno y para lo malo y que con esas cartas tenemos que jugar. Así que mientras los políticos parecen tipos que hubiesen llegado sin disfraz a una fiesta de disfraces, mientras los periodistas se replantean ahora el uso de expresiones que llevaban usando durante días, mientras Twitter se llena de luchas encarnizadas en torno a microdramas que a nadie le interesan, mientras el Ayuntamiento de Madrid saca drones con altavoces por la zona de Madrid Río para avisar a la gente que, por si no lo sabían, no se puede estar por la calle de fiesta, mientras la gente, así en abstracto, ha terminado con las existencias de papel higiénico, mientras intentamos encontrar un aplicación que nos permita hacer una reunión familiar telemática, y mientras nos ponemos a prueba en una situación pseudoapocalíptica que era difícil de anticipar hace pocos meses, la vida sigue y a un puñado de humanos (médicos, personal de enfermería, dependientes de tiendas de alimentación, personal de limpieza, personas con dolencias respiratorias, autónomos que viven al día…) les has tocado lidiar con la peor parte, mientras al resto nos toca quedarnos quietos mirando por la ventana.

A ello me pongo.


The Guillemots – Through the window pane (2006)

 

2 comentarios:

María Jesús dijo...

Te sigo desde que me crucé contigo. Y no porque los dos somos del atleti hasta el cuello, sino por tus pensamientos y por la forma que les das. Leerte en este encierro y enviarle a mi pareja cada día el diario que nos compartes, forma parte de mi agenda diaria. Gracias Ennio por tu riqueza expresiva y por plasmar tus/mis pensamientos con esa claridad.
Te deseo lo mejor, ¡¡aúpa atleti y mucho cholismo!!

Ennio Sotanaz dijo...

Muchas gracias a ti. Te agradezco mucho que me escribas esto. Ayuda a seguir sin sertirse solo. ¡Un abrazo!

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