Sit with the Guru.
En los paquetes de medidas económicas que el gobierno ha anunciado en las últimas fechas, y que no dejan de ser formas, más o menos ingeniosas, de repartir dinero entre los colectivos afectados, no se ha mencionado ni definido un plan específico para la “cultura”. Como consecuencia de esto, “el mundo de la cultura” ha solicitado un parón cultural (no tengo muy claro qué significa exactamente) que ayude a reivindicar la precaria situación del “sector”.
Hay varias expresiones del párrafo anterior que aparecen entrecomilladas. No lo están con ánimo de ironizar, que podría ser, sino porque sinceramente tengo serias dudas de que todos estemos entendiendo lo mismo.
Por partes. Que la mayoría de la gente que vive de la industria de la cultura (que me parece una expresión más fácil de entender) está en un situación crítica, es un hecho irrefutable. Si es imposible organizar conciertos, o abrir cines, o representar obras de teatro, o si alguien, sin contar con el autor, ha decidido que todos los libros se lean gratis, parece evidente que es igualmente imposible vivir de cualquiera de esas actividades. Y ojo, no estoy hablando de Alejandro Sanz o de esa joven actriz, monísima, que sale por la tele y está convencida de ser la única que conoce a Tennessee Williamn. No, estoy hablando de mis amigos Teno y Pepe que hace un mes que no puede representar su espectáculo sobre chicas, ciencia y música, cuando esa es su forma de vida; o de mis amigos músicos que viven de tocar en conciertos para gente que en ocasiones no sabe tocar; o de magos; o de guionistas, de cámaras, de representantes, de técnicos de luces o de ayudantes de producción que se encuentran nerviosos y a la espera de ponerse a trabajar, lo que no parece sencillo. Son dramas muy reales; tanto como los del que tiene un club de tenis, o una papelería, o es albañil, o trabaja de guía turístico.
Ya, pero la cultura es especial, dirán los del “mundo de la Cultura”. Y creo que tienen razón; pero antes deberíamos ponernos de acuerdo en los conceptos de los que estamos hablando. Ramón y Cajal, por ejemplo, decía que al carro de la cultura española le faltaba la rueda de la ciencia. Entre otras ruedas, diría yo. ¿Quiénes conforman “el mundo de la cultura”? ¿Dónde empieza y acaba ese “sector”. ¿Quién es el que maneja la puerta y el que decide quién pasa y quién no pasa? Es más, ¿qué es cultura?
Así es cómo se define en la RAE:
2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
Pues fíjate que me temo que ahí dentro hay muchas más cosas y mucha más gente de la que “el mundo de la cultura” deja entrar.
Yo, por ejemplo, tengo más de cien canciones registradas, he publicado sietes discos, he tocado en todas las comunidades autónomas y en varios país, he publicado artículos y un libro de cuentos de ficción, he colaborado en cortos, en documentales y espero seguir haciéndolo; he participado en proyectos de investigación y una vez, en París, me presentaron en una conferencias como científico. Curiosamente (o no) “el mundo de la cultura” no me incluye en el mundo de la cultura. Al menos, yo nunca he tenido la sensación de que me incluyeran. Para ellos soy… otra cosa. Algo que tampoco les preocupa mucho porque, simplemente, no soy de ellos. Tengo discos grabados y novelas escritas que ni siquiera han llegado a las puertas de ese mundo por mucho que lo haya intentado. Alguien podría decir, con todo el sentido del mundo, que eso es porque todo lo que hago es una mierda y que no interesa, que podría ser, pero es que mi drama es que ni siquiera lo sé. Nadie se ha molestado de comprobarlo.
“El mundo de la cultura” lleva muchos años pavimentado de una forma tan especial (excluyente es otra expresión que podría valer), que en el fondo tiene poco que ver con el concepto de cultura y mucho con el de hacer dinero (o amigos, que muchas veces es lo mismo). Por eso me hace gracia lo de reivindicar la pureza del concepto y salirse del mercado sólo cuando vienen mal dadas.
Personalmente sé que podría insistir en participar de la fiesta. Podría jugar a la noche o al elogio gratuito; acercarme a los goznes que hacen girar ese mundo mágico para que algún día, con un poco de suerte, me dejen disfrutar de alguna miga que se les caiga. Podría malvivir en la puerta, llamar cada noche y tratar de integrarme en esa especie de ritual de logia que hay que seguir para ocupar alguna esquina del “sector” desde la que poder ver, de lejos, lo que pasa dentro. Mi problema es que desgraciadamente tengo que comer todos los días.
Durante siglos la cultura ha estado controlada por mecenas, filántropos y millonarios. Durante siglos generar cultura ha sido una tarea restringida a protegidos, a niños de papá con la vida resuelta y tiempo para pensar, a idealistas que que no podían vivir de su arte o a peregrinos del lumpen. Me temo que en pleno siglo XXI no ha cambiado mucho la cosa. No lo hizo en los tiempos de vino y rosas, ni creo que lo haga ahora en tiempos de crisis.
Sit with the Guru - Strawberry Alarm Clock (1968)
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