Día 22

domingo, 5 de abril de 2020

Five minutes more.

Ayer me contaron un caso terrible. Una pareja de menos de treinta años llegó a la sala de urgencias del 12 de octubre con síntomas evidentes de contagio y en estado grave. Los dos acaban ingresados en cuidados intensivos. La escena, desgraciadamente cotidiana, no acabó ahí porque la pareja había llegado al hospital con un bebe de quince meses que también necesitaba cuidados especiales. Un niño de estas características debe ingresar autorizado por un tutor, pero los suyos no estaban para poder firmar papeles o para autorizar trámites burocráticos. Los miembros del hospital se pusieron en contacto con la familia del bebé, pero ésta dijo no querer hacerse cargo de una criatura con Covid-19. Así de terrible. El niño entró en el hospital finalmente como “ingreso social” (un atajo legal que luego habrá que desenmarañar) y los tres están atendidos. Lo que no sé es qué pasará mañana.

Cinco minutos antes habíamos salido a aplaudir en la ventana, como todos los días, y una vecina que no sé quién es, porque está debajo y no puedo ver su ventana, había improvisado una sala de conciertos. Se puso a cantar una canción desde la ventana y para toda la comunidad. El aplauso fue más intenso y prolongado que de costumbre.

Cinco minutos antes me acaba de enterar de que el Presidente del Gobierno había ampliado el estado de alarma hasta el 26 de abril (es decir, que seguiremos sin salir a la calle, como mínimo, hasta después de esa fecha).

Cinco minutos antes acababa de ver una película ñoña y preciosa, de esas que te ponen una sonrisa estúpida en la cara durante hora y media. Se llama Flipped y no es muy antigua, pero en su día se me paso seguramente por no parecer espectacular, ni uno de esos artefactos que aclama la crítica especializada y por no destacar entre la apabullante oferta que en su momento habría. Es decir, por lo mismo que ayer me hizo sentarme a verla.

Cinco minutos antes había tenido que tranquilizar a mi madre por teléfono porque sigue dándole vueltas a todo esto desde esa particular ventana que tiene en su cabeza. Una alejada de su mundo, intranquila, confundida y condicionada por demasiadas cosas.

Cinco minutos antes había terminado un capítulo de un libro que me había llevado durante un rato hasta el oeste de Irlanda. A la península de Connemara, concretamente. A su naturaleza salvaje, a su espíritu del fin del mundo y a un pub de Spiddal en el que los músicos locales esperaban la llegada del amanecer entre jigs, reels y canciones celtas.

Cinco minutos antes me había enterado de la muerte de Luis Eduardo Aute.

Cinco minutos antes había estado tocando una canción de ABBA (Super Trouper) porque mi amigo Seba, desde Buenos Aires, nos ha pedido a varios músicos que elijamos una canción del grupo sueco, la grabemos en casa con la guitarra y las subamos todas a Internet. Como broma. Como forma de sobrevivir.

Cinco minutos antes me dolía el estómago. Nervios, supongo.

Cinco minutos antes me estaba tomando un Vermut artesanal con la sensación de que me iba a sentar mal.

Y así.

Five minutes more - Bing Crosby (1946)

 

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